Pocas son las referencias
históricas de este bello pueblo toledano, de fisionomía manchega,
ocultas quizá por el renombre universal que don Miguel de
Cervantes le otorgaría en su obra magna.
De allí
era la joven Aldonza Lorenzo, a quien Don Quijote, " buscándole
nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al
de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso,
porque era natural del Toboso, nombre a su parecer, músico y peregrino
y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas
había puesto".
Y verdaderamente, si tanto Dulcinea como Aldonza tienen su origen común en dulce, pocos lugares de la provincia pueden rivalizar con El Toboso en belleza patronímica. Hasta el punto que, de no existir tal lugar, Alonso Quijano hubiera debido de inventarlo para honrar cumplidamente la alcumia de su dama.
Muchos siglos antes de que el hidalgo Don Quijote recorriera sus callejas en busca de su dama, los íberos ya habían levantado allí un asentamiento del que dejaron huella a la posteridad.
De El Toboso han
llegado a nuestros días pocos datos concretos y casi ningún
recuerdo, ni siquiera arquitectónico, de su pasado medieval. Se
sabe que, tras la conquista de Toledo en 1085, Alfonso VI expulsó
a los árabes de casi toda la provincia, aunque la tierra manchega
siguió bajo dominio musulmán durante siglo y medio más,
hasta la victoria de
los reyes cristianos en la crucial batalla de las Navas de Tolosa, en 1212.
La gran importancia
de las Ordenes Militares en la guerra contra los reinos árabes,
y la labor que realizaron en el repoblamiento de estas tierras, avalan
la teoría de que El Toboso estuvo bajo dominio de la Orden de Santiago,
cuyo gran maestre ordenó realizar algunas fortificaciones ( hoy
desaparecidas) para defender el camino
comunicaba Toledo con
Murcia.